"Sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. La verdad puede ser descubierta por cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente en un sólo instante"

Jiddu Krishnamurti

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Friday, December 19, 2014

Apartheid global

     Una reflexión hecha frecuentemente por los astronautas rememorando sobre su estadía en el espacio, es que mientras observaban la Tierra desde aquellas alturas una de las primeras cosas que notaban era que no distinguían fronteras ni naciones por ningún lado en el globo. A diferencia de la educación impartida durante años que nos ha acostumbrado a percibir el mundo dividido en países y territorios representados en los mapas por diferentes colores, en la realidad el mundo es uno solo y sin división alguna.
Naciones, países, sectarismos, fronteras y barreras que por todas partes pululan son un invento del hombre, artificios creados cuyo principal logro no ha sido otro que dividir a la humanidad. La nación-Estado del presente es sencillamente la forma moderna del antiguo tribalismo. Al fin y al cabo, no hay mucha diferencia entre la rivalidad que existía entre tribus de eras primitivas y el antagonismo actual entre las naciones.
Así mismo, el Estado, la fe religiosa, el patriotismo y las diversas ideologías y doctrinas políticas y económicas que circulan son esencialmente intangibles, abstracciones que junto con sistemas legales creados y mediante estructuras de poder establecidas rigen, impactan y definen de manera sustancial la vida del hombre a nivel global. Sin embargo, el principal resultado de estos sistemas y estructuras, los cuales son amparados y perpetuados por las clases dominantes y la supremacía del Estado, ha sido la institucionalización de toda una serie de barreras y limitaciones, tanto físicas como menos perceptibles, con la resultante parcelación de la humanidad - en países - e identificando a sus respectivas poblaciones mediante la asignación de números o certificados como si de ganado o propiedad se tratasen. Es decir, en lugar de lograr unificación global, emancipación humana y paz verdadera; nuestras estructuras y códigos obtienen el efecto contrario: separar, segregar y diferenciar en el máximo modo posible al ser humano de sus semejantes.
 A este sistema lo llamamos civilización. Tendemos a pensar al Estado moderno junto con sus constituciones y leyes como la máxima expresión y logro del ser humano para poder convivir en sociedad, insuperable culminación del aprendizaje de incontables experimentos pasados fallidos y única alternativa viable. Sin embargo, la proliferación de gobiernos constitucionales alrededor del mundo junto con un cuerpo internacional como las Naciones Unidas no han logrado reducir la desigualdad, disminuir las injusticias, ni consolidar la coexistencia humana, quizás todo lo contrario; es decir, estamos aún lejos de vivir en un mundo ideal. El filósofo francés Voltaire hace un par de siglos dijo que la civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona. Nuestra era actual parece haberla perfeccionado aún más. Por ello y en pro del futuro se hace necesario evolucionar desde la usual perspectiva provinciana hacia una global: concientizar que por más leyes, sistemas y artificios que construyamos, en realidad la humanidad es una sola raza, y la verdadera, única y más sana de todas las patrias es el planeta entero en su totalidad, nuestra Madre Tierra.
 
"No soy un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo."
       Sócrates (469-399 a.C) Filósofo griego

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