Se dice que cuando uno cesa de creer en las cosas, pues que
uno entonces está listo para creer en cualquier cosa. Identificar las mentiras de
los políticos, sacerdotes, medios informativos de masa, las falsedades de la
historia enseñada y reconocer los preconceptos, prejuicios y falsedades
asumidas, es cuando se comienza a pensar de verdad.
El escritor estadounidense Mark Twain alguna vez dijo que
la única diferencia entre ficción y realidad es que la ficción debe ser
creíble. Es decir, no son nuestras creencias, perspectivas particulares y
limitado conocimiento lo que determina cuál
es la realidad, o si existe una verdad objetiva más allá de nuestras
percepciones e interpretaciones personales. Si algo se nos describe y presenta
lo suficientemente convincente como para ser verdadero, pues nos aparentará
serlo independientemente de que en realidad lo sea o no. No podemos juzgar lo
que aún no hemos tenido oportunidad de conocer, delimitando las posibilidades
de esta infinita realidad y universo que nos rodea desde esta nuestra limitada
perspectiva humana tanto espacial como temporal.
El estudio de la historia y nuestro momento actual nos
enseñan que lo que separa a la ficción de la realidad, además de nuestra limitada
perspectiva, es el tiempo. Lo aceptado, conocido y establecido de hoy fue una
audaz imaginación, heterodoxa y blasfema idea algún tiempo atrás. Los escritos
de ciencia ficción de alguien como Julio Verne, que en su época parecían ser, y
con razón, absolutamente imposibles como por ejemplo el viaje a la luna y navegar
por debajo del mar, se han convertido en una cosa nada fuera de lo común en la
actualidad. Lo aparentemente ilógico, improbable e incluso absurdo en un
momento dado ha tendido a convertirse en trivialidad en épocas posteriores. La
arrogancia sin embargo nos incita a querer hacer de nuestro tiempo una
excepción a la regla. Cada época ha tenido quienes han proclamado haber
alcanzado la cúspide de todos los conocimientos, descubrimientos e inventos
posibles; sin embargo para ser cada vez posteriormente refutados. Este tipo de
visión es no solamente restrictiva, sino muestra de una enorme presunción. Y no
hay que caer en el error del excepcionalismo.
Los más certeros pronosticadores del futuro no han sido los
economistas, científicos, profetas, analistas, ni los adivinos; han sido los
escritores de ciencia ficción. ¿Qué sorpresas nos depara el futuro? No es
cuestión de probabilidad, índole, ni de posibilidad; sino meramente de tiempo.
En el universo infinito el misterio y lo enigmático no son confirmación de su inexistencia,
sino su condición. Lo imposible es meramente la perspectiva de quien no ha
tenido oportunidad de conocer. La imaginación es el más grande y extraordinario
de los dones que tiene el ser humano; más importante que el conocimiento, como bien
acotó Einstein. Cierto: el conocimiento es una función de la imaginación, y no
al revés.
“No tengo ninguna duda de que, en
realidad, el futuro será mucho más sorprendente que cualquier cosa que puedas
imaginar.”
J.B.S. Haldane (1892-1964) Biólogo
evolutivo y genetista británico
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